LA CUALIDAD EFÍMERA DE LA LUZ NATURAL
El concepto de arquitectura efímera, a grandes rasgos, se refiere al tiempo, un lapso corto en que se exhibe —por decirlo de alguna manera— la obra arquitectónica. Pero por otro lado y más concretamente, podemos entender lo efímero en arquitectura como la transformación que sufre la arquitectura y su percepción, no sólo afecta a la arquitectura móvil, sino a esta disciplina en general.
Es necesario, por lo tanto, hablar de conceptos como movimiento, transformación/mutabilidad, temporalidad, dentro del espacio arquitectónico. Es decir, de arquitectura efímera. Entender cómo se transforma el espacio arquitectónico aplicando la luz natural, pues es un componente efímero que incide en la arquitectura para transformarla.
La luz, al igual que elementos como el agua, color, sonido, vegetación, etcétera, son elementos que pueden categorizarse como efímeros. La luz es absolutamente cambiante y está presente como un elemento desde el amanecer hasta el atardecer. Está en continua transformación y altera por completo nuestra percepción del mundo que nos rodea1 y aunque muchas veces, si acompañas unos componentes con otros, la luz resulta ser la más importante, pues es reveladora de todos los demás.
La luz, como componente efímero, provoca que el espacio cambie de una manera temporal y constante, afectando nuestra percepción del espacio. En otras palabras, las transformaciones del hecho construido constituyen consecuencias o no, calculadas o no, por el diseñador, que cambian parcial o completamente la percepción que tenemos de la obra y de sus propias características.2
Además de los arquitectos, los artistas plásticos han sido conscientes de la interacción entre la luz y el espacio. Monet y otros impresionistas del siglo XIX, por ejemplo, hablan de cómo la luz y el color afectan la percepción del espacio, intuían que lo único que deforma el espacio es la luz, de esa manera experimentaban con los colores a diferentes horas del día, pintando varias veces la misma escena, pues la cualidad efímera de la luz, el color y las sombras hacían variar la imagen.
Los componentes efímeros, en especial la luz natural, están ligados a nuestra capacidad de captar la realidad y pueden ser transmutables, modificables y manipulables. La luz sólo necesita de una atmósfera para propagarse y transformar nuestra percepción.
En este texto no pensaremos en la luz como una necesidad, especialmente para crear espacios de trabajo y para obtener un confort biológico. Entenderemos a ésta como un elemento que no es material ni estable, sino que revela, oculta, enfatiza, amplía, etcétera. Es decir, como un elemento estético y fenomenológico, en el cual, más que su función, entenderemos su poética, haciéndonos conscientes de que vivimos una experiencia cuando interactuamos con la luz y el espacio conjugados. (…)